Premio Rafael Manzano
2018
Nacido en Madrid en 1963, es Arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid desde 1988, y Máster en Restauración y Rehabilitación del Patrimonio, por las Universidades de Valladolid y Alcalá de Henares en el año 1996. Ha sido Profesor de Restauración y Rehabilitación en la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad Camilo José Cela de Madrid desde 2003 hasta 2013, y ponente en distintos congresos, seminarios y jornadas sobre el Patrimonio y la restauración en distintas universidades españolas y extranjeras, así como en cursos relacionados con los materiales y técnicas tradicionales en su uso para la restauración de monumentos.
Funda su estudio, Lavila Arquitectos, en 1998, dedicado a la restauración del patrimonio arquitectónico, con una creciente proyección internacional. Ha centrado su labor en la recuperación de conjuntos monumentales e históricos, destacando la Catedral y el Palacio Episcopal de Alcalá de Henares, el Castillo de Belmonte, el Castillo de Brihuega, la Catedral de Cartagena, el Palacio Episcopal de Murcia, la iglesia y la cripta del Panteón Ducal del Monasterio de San Francisco en Guadalajara, el Monasterio de Yuste o el conjunto monumental del Ex-Convento de La Coria en Trujillo. Es el arquitecto delegado por la Diócesis de Cartagena para los proyectos y dirección de obras de recuperación del patrimonio arquitectónico y cultural de Lorca, tras los terremotos que asolaron la localidad en mayo de 2011. Como tal, ha restaurado seis de las iglesias de Lorca que fueron afectadas por esta catástrofe: las Iglesias de San Patricio, San José, San Mateo, Santiago, Nuestra Señora del Carmen y el Convento de San Francisco, por lo que recibió el Premio Europa Nostra 2016. Actualmente dirige las obras de la Iglesia y Colegio Episcopal de Santiago y Monserrat en Roma, la restauración de la Fábrica de Paños de Brihuega y del Monasterio de Santa María de Bonaval, y asesora a la dirección de obra de la Catedral de Panamá.
Entre las obras dirigidas a la reconstrucción de edificios arruinados, puede destacarse su actuación sobre el Castillo de Brihuega, donde, entre otras laboras de restauración, se han recuperado sus principales estancias palaciegas. La sala noble noroccidental del Castillo, de la que sólo quedaban parte de sus muros, ha vuelto a la vida y puede una vez más ser utilizada gracias a este trabajo, que ha implicado alzar de nuevo sus muros, restituir su primitiva portada a partir de las piezas y documentación conservados, volver a trazar sus arcos diafragma conforme a las trazas existentes, y reconstruir enteramente la estructura lígnea de la cubierta que se apoya nuevamente sobre ellos.
También son de gran relevancia las obras realizadas en Lorca, reconstruyendo los principales edificios de la ciudad arruinados o dañados por el terremoto que afectó a la localidad en 2011. En muchos de estos casos, fueron intervenciones anteriores sobre ellos, generalmente en hormigón armado, las que provocaron buena parte de la devastación. Aunque con estas estructuras contemporáneas se pretendieron reforzar estos monumentos, éstas han probado una vez más ser incompatibles, debido a su elevada rigidez y a su funcionamiento monolítico, con la construcción histórica, que requiere un conocimiento de sus técnicas originales como el de Juan de Dios para su correcto mantenimiento. Los casos más extremos en este sentido fueron los de las iglesias de Santiago y San José.
En la Iglesia de Santiago, los refuerzos de hormigón armado introducidos en la estructura que cubría el crucero causaron el completo colapso de éste, así como la destrucción de todas las capillas dispuestas en torno a él. La intervención de Juan de Dios se fundamentó en volver a recuperar la compatibilidad entre los elementos antiguos y los elementos contemporáneos. Para ello, se construyeron cuatro grandes cimbras para poder levantar encima los cuatro arcos principales que soportan la cúpula, arcos de diez metros de luz, ejecutados en ladrillo, con exactamente misma dimensión que tenían en el origen y con las mismas características con las que fueron construidos. Una vez erigidos, se volvieron a construir las cuatro pechinas, ejecutadas también con ladrillo, y, sobre todo ello, se levantó de nuevo el tambor de la cúpula. Ese tambor sujeta dos estructuras, ambas de madera: la que conforma la cúpula que se ve desde el templo y la que soporta la cubierta que la protege y que se muestra hacia el exterior. Hacerlas en madera era clave, así como que ambas fueran independientes y descansaran sobre distintos durmientes, pudiendo moverse ambas de forma independiente. Debían de ser ligeras y debían ser compatibles con las fábricas que tienen por debajo, a diferencia de lo que ocurría con la intervención anterior. Gracias a esta decisión, se evitarán los problemas que produjeron el colapso de la cúpula anterior.
En la Iglesia de San José la estructura que cubre el templo está conformada por bóvedas encamonadas, muy comunes en la tradición hispánica. Se trata de estructuras adaptadas a la necesidad de salvar grandes luces con elementos de madera de reducidas dimensiones, que soportan camones de cañizo que, una vez revestidos de yeso, producen el efecto espacial de cualquier estructura abovedada al uso. El hecho de estar conformadas por estructuras de madera compuestas por un gran número de pequeños elementos, las convierte en una solución óptima para resistir un terremoto. Sin embargo, una vez más, el efecto de éste se sumó al de inadecuadas intervenciones anteriores, produciendo importantes daños en el edificio. En la nueva restauración, Juan de Dios ha mantenido cuantos elementos seguían en buen estado, reemplazando sólo aquellos que lo necesitaban por otros de idénticos funcionamiento y constitución.
En todo caso, lo más relevante de estas obras en Lorca fue la recuperación del valor simbólico que este patrimonio tiene para la ciudad. Se pudo así restituir a la comunidad la estructura de su centro histórico, que se había resentido con la pérdida de algunos de sus principales referentes arquitectónicos.
La ceremonia de entrega del Premio Rafael Manzano 2018 tuvo lugar la tarde del 7 de noviembre en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. El acto fue presidido por Javier García Fernández, Subsecretario de Cultura y Deporte, Richard H. Driehaus, filántropo americano que apoya esta iniciativa; Fernando de Terán, presidente de la RABASF; Robert Adam, presidente de INTBAU UK y del Jurado de este Premio; Rafael Manzano Martos y Pedro Navascués.