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Medalla Richard H. Driehaus
2024
Aunque nacida en Barcelona en 1931, Carmen Añón se trasladó a Madrid en 1941, donde se formó en la Escuela de Paisajismo y Jardinería del Castillo de Batres. Se especializó desde entonces en la conservación y la protección de los jardines históricos y los paisajes culturales y ha sido una figura fundamental en este campo tanto en España como a nivel internacional. Fue concejal del Ayuntamiento de Madrid entre 1979 y 1983, período en el que impulsó la realización del primer inventario de los jardines madrileños, ha sido miembro activo del Instituto de Estudios Madrileños (CSIC) y de 1980 a 1997 fue profesora de Historia del Jardín en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, además de haber impartido clase como profesora invitada en otras muchas universidades nacionales e internacionales. Presidió el Comité Científico Internacional de Jardines Históricos del International Council for Monuments and Sites (ICOMOS) y tuvo un importante papel en la reunión internacional en la que se redactó el pionero “Documento de Nara sobre la autenticidad” de 1994, que permitió reorientar la forma en que se comprendía comúnmente la intervención sobre el patrimonio. También lideró el Comité Consultivo Internacional de Patrimonio Mundial, donde evaluó múltiples candidaturas de sitios de gran valor cultural a nivel global y tuvo un papel activo en la inclusión en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO de bienes de escala territorial o paisajística como el Camino de Santiago, el Palmeral de Elche, Las Médulas, Úbeda y Baeza o el Paisaje Cultural de Aranjuez.
Además de esta importante labor en la gestión y protección del patrimonio, ha restaurado numerosos jardines históricos, en los que siempre ha aplicado una sensibilidad particular para lograr integrar y recuperar el valor cultural y la concepción espacial original de cada uno de estos lugares. Entre sus intervenciones más destacadas se encuentran algunos de los jardines españoles más emblemáticos, como los jardines de Aranjuez, el Parque del Retiro de Madrid, el Real Jardín Botánico, el parque de El Capricho en Alameda de Osuna, los jardines de La Granja de San Ildefonso, el Campo del Moro, los jardines de la Zarzuela, el claustro del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, o el Palacio de la Moncloa, entre muchos otros. Pero su labor se ha extendido también más allá de España, y ha trabajado en proyectos como la restauración del Jardín Ducal de Parma, en Italia, y la recuperación paisajística de Sintra, en Portugal.
Ha defendido siempre que los jardines históricos deben ser conservados no tanto atendiendo a la materia que los conforma, siempre dinámica y cambiante, sino fundamentalmente a su configuración espacial, su armonía y su belleza. Desde esta aproximación, un jardín es mucho más que un conjunto de elementos vegetales perecederos; es una manifestación de un conjunto de ideas que determinan su diseño y cómo evolucionan a lo largo del tiempo. De esta manera, su enfoque desafía la concepción tradicional de conservación del patrimonio, centrada habitualmente en la mera conservación de la llamada “autenticidad material”: en un jardín, las alteraciones son aceptables y en ocasiones necesarias, siempre que ayuden a mantener los valores esenciales que definen la identidad de cada uno de ellos. En este sentido, fue pionera en España al redactar Planes Directores para jardines históricos, como en el caso del Parque del Retiro de Madrid, que no sólo detallan la situación del conjunto y sus necesidades inmediatas, sino que también establecen cómo deben desarrollarse en el futuro el mantenimiento y la conservación del jardín.
El legado de Carmen Añón, con su dedicación continua a su oficio, es inmenso. Su enfoque riguroso, resultado de un método bien estructurado y de su habilidad para integrar valores estéticos, históricos y funcionales en cada proyecto, ha dejado una huella profunda en el desarrollo de esta disciplina en España. Su trabajo no sólo ha permitido la recuperación de espacios de gran valor patrimonial, sino que ha logrado inspirar también a varias generaciones de paisajistas, incluidas sus propias hijas, Mónica y Ana Luengo, ambas con trayectorias ampliamente reconocidas en el ámbito del paisajismo y la conservación de jardines.
En 2017 fue galardonada con el Premio Nacional de Restauración y Conservación de Bienes Culturales en reconocimiento a su contribución a la conservación del patrimonio paisajístico español, con el Premio Europa Nostra en 1995, con el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid en 2012 y con la Medalla de Madrid en 2024.